El Jubileo de las Cofradías tendrá como colofón la Gran Procesión por las calles de Roma que estará presidida por el Santísimo Cristo de la Expiración, el Cachorro de Sevilla y María Santísima de la Esperanza Coronada de Málaga, que ya se encuentran en veneración en la basílica de San Pedro.
Pero también el sábado 17 de mayo se podrán contemplar diferentes escenas pasionales por la ciudad eterna, ya que a la procesión con las dos imágenes andaluzas, se suma otra, que ha sido denominada como la Primera Procesión, que contará en su cortejo con diferentes cofradías llegadas de diversos países, entre ellas el Nazareno de León.

La imagen castellano leonesa estará cobijada durante su estancia en la capital italiana en la basílica de Sant Andrea del Valle, desde donde partirá para sumarse a un cortejo que estará formado por la Cruz Patriarcal de la Hermandad Sacramental de Mafra de Portugal, que también abrirá la procesión con un Crucifijo del sigo XVIII, tras el cual, irá la Archicofradía de Santa Ana de los Palafreneros de la Ciudad del Vaticano con un cuadro de Santa Ana con la Virgen, a continuación la española Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, luego dos Crucificados portados por el Priorato de Cofradías de Ligur de Génova, la archicofradía de La Sanch Perpignan de Francia con el el Crucifijo conocido como Le Devot Christ y por último la Virgen de los Dolores de la Cofradía de María Addolorata de Enna en Italia.
Para acceder a los primeros datos de los que se tienen constancia sobre la Archicofradía del Nazareno de León tenemos que remontarnos al 4 de febrero de 1611, fecha que se toma como de su fundación por haber adquirido naturaleza legal tras la aprobación eclesial. En los antiguos estatutos se recogía fielmente la compostura e indumentaria que debían llevar los cofrades: absoluto silencio y respeto, túnica negra sencilla y con capillo, es decir, cubiertos durante todo el trayecto de la procesión.

La Imagen es de un origen poco conocido, al ser muy escasos los documentos conservados de ese periodo. No obstante, su autoría ha sido ligada por diversos estudiosos a varios escultores de la Escuela Castellana y se supone que la obra procede de algún taller de Valladolid en el segundo cuarto del siglo XVII, aunque diferentes estudios recientes atribuyen su autoría a Gregorio Fernández o Pedro de la Cuadra.