La Hermandad de la Entrega de Guadalcacín ha presentado el proyecto de una nueva Cruz de Guía, que se trata de una pieza en estilo barroco rocalla, que sigue una concepción semejante a la que Andrés Benítez aplicara en los retablos que realizó para la ciudad de Jerez, basados en las tendencias artísticas del siglo XVIII en Europa, y en la que destacan su ornamentación elegante con líneas curvas, su asimetría refinada y una profusión de detalles que evocan movimiento, luz y teatralidad.
El uso del blanco y dorado en la pieza, responde a una tradición profundamente arraigada en el arte sacro europeo. El primero simboliza la pureza divina, mientras que el dorado representa la gloria celestial y la presencia de lo eterno. En ella, ambos colores se combinan para resaltar la solemnidad y majestuosidad del mensaje cristiano.
En el corazón de la composición iconográfica domina la Santísima Trinidad, presentada de forma central y destacada y en el centro de la hornacina aparece la simbología del pelícano, que en el cristianismo representa el amor sacrificado de Cristo y la Entrega, su muerte en la cruz por amor a la humanidad, y su presencia en la Eucaristía como alimento espiritual para los creyentes.

La nueva cruz de guía no sólo será un símbolo procesional, sino que también es testimonio de una época en la que la fe se expresaba con fastuosidad y belleza, y en la que cada detalle artístico buscaba elevar el alma hacia lo divino.
Por su parte, los perfiles exteriores están adornados con lambrequines, rocallas y retorcidas filigranas que son características de la platería y de la escultura barroca jerezanas, de gran profusión y aparatosidad y aunque el color predominante es el dorado sobre el blanco, ya que las partes principales de la estructura, no son de madera estofada sino que imitan piedra blanca pulida. Esta impresión queda enfatizada por las dos figuras, de un estilo similar a algunas obras de Bernini, que enmarcan el travesaño de la cruz y parecen estatuas de mármol blanco, que otorgan gran dinamismo a la composición.
Su corporeidad traspasa la función decorativa haciéndose elevar fragmentos como si se convirtiese en una conexión mística fundamental entre el mundo terrenal y el celestial, siguiendo una concepción semejante a la que el propio Andrés Benítez aplicó en algunos retablos creados para Jerez.
