Una vez constatado el fallecimiento del Papa se procede a retirar de su dedo el Anillo del Pescador, detalle que marca el final de su pontificado. Anillo que será machacado junto al sello papal para evitar cualquier falsificación de documentos u ordenes, a la par que se lacra la habitación de Santa Marta donde Francisco residió desde que fue elegido, en lugar de hacerlo en los Palacios Pontificios como sus antecesores.
Comienza el periodo de de Sede Vacante en el que el camarlengo, en esta ocasión representado por el cardenal estadounidense Kevin Farrell, será el encargado de regir los designios de la Iglesia hasta la elección de un nuevo pontífice.

El funeral de Francisco será entre tres y cuatro días después de su muerte, tras el que comienza un periodo de nueve días de luto conocido como los novendiales, dándose la circunstancia que por el propio deseo del Papa, recibirá sepultura en la basílica de Santa María la Mayor de Roma y será cubierto única y exclusivamente por una lápida en la que solo habrá una inscripción: Franciscus.
El cónclave, palabra que procede del cierre con llave que se hace del colegio cardenalicio, se convoca entre quince y veinte días después de la muerte del Papa y la elección se llevará a cabo en la capilla Sixtina, desde donde todo el orbe católico esperará la aparición de la fumata bianca que anunciará la llegada de un nuevo pontífice. Entonces sonará desde el balcón de San Pedro la mítica frase «Habemus Papam» y veremos el rostro del nuevo regidor de la Iglesia.