El próximo año, los casi ocho millones de turistas que la visitan anualmente, no podrán contemplar los frescos de El Juicio Final que se encuentran en la capilla Sixtina, ya que tal y como han anunciado fuentes del Vaticano, serán restaurados dentro de un proceso que comenzará en enero y que inicialmente se podría extender hasta abril de 2026, aunque según indica Paolo Violini, responsable de los Laboratorios de los Museos Vaticanos, la idea es que concluya en marzo para que en Semana Santa ya esté disponible.
Conocida anteriormente como Cappella Magna, originalmente era una capilla de la fortaleza vaticana y recibe su nombre del papa Sixto IV, quien ordenó su restauración en 1477. Desde entonces la capilla ha servido para celebrar diversos actos y ceremonias papales y actualmente es donde se celebran los cónclaves que eligen a los nuevos papas. Entre otras cosas, en ella destaca sobre todo, su decoración al fresco y especialmente los de la bóveda y el frontal, con El Juicio Final, obra de Miguel Ángel, que será restaurada el próximo año. Frescos que fueron realizadas por encargo del papa Julio II a Buonarotti. La elaboración de la obra originó una tumultuosa relación entre el artista y el pontífice, que puede ser bien apreciada en la película de 1965 El tormento y el éxtasis dirigida por Carol Reed.

No será la de 2026 la primera restauración dela Capilla Sixtina. En 1625, Lagi, el «dorador residente», llevó a cabo una restauración limpiando el techo con telas de lino y frotándolo con trozos de pan. Sus informes afirmaban que los frescos «se restauraron hasta recobrar su belleza previa sin recibir ningún daño». Además aplicó «casi con seguridad» capas de barniz para revitalizar los colores aunque no lo mencione en sus escritos.
En 1713 se produjo otra restauración, en este caso por el pintor Annibale Mazzuoli y su hijo. Usaron esponjas humedecidas con vino, ya que según ellos, era necesario por la acumulación de suciedad causada por el hollín y la suciedad que habían quedado atrapados en los depósitos grasientos de la restauración previa. Mazzuoli trabajó toda la bóveda, fortaleciendo su contraste al repintar algunos detalles. Las áreas repintadas fueron tratadas con pinceladas lineales, aplicando también cantidades importantes de barniz.

La penúltima restauración fue llevada a cabo por el Laboratorio de Restauración del Museo Vaticano en 1938, con el objeto de consolidar algunas áreas de las últimas capas de los frescos en el extremo este del edificio, para eliminar parcialmente el hollín y la suciedad.
La última efectuada antes de la del próximo mes de enero comenzó en 1980 llevando a cabo una primera parte consistente en trabajar en las lunetas hechas por Miguel Ángel. Después de eso, el trabajo se centró en la bóveda, finalizada en 1989, concluyendo el trabajó con el Juicio Final. Se cerró ésta restauración con los frescos de las paredes en 1999.