Los traslados a la catedral de las Imágenes que participan en la Magna que clausura el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular se vieron rodeadas de una gran cantidad de público, las previsiones del ayuntamiento apunta entre millón y millón y medio de foráneos, y mostraron estampas hasta ahora nunca vistas.
La primera en echarse a la calle fue la Esperanza de Triana, que atravesó una calle Pureza que había ido acumulando público desde horas muy tempranas. Rodeada del fervor de su barrio fue arropada por sus fieles hasta el puente donde se despidió de Triana, andando unos pasos hacia atrás mientras sonaba la marcha Quién te vio y no te recuerda (Saeta Jerezana) dedicada a Madre de Dios de las Misericordias.
El Cachorro tan solo una hora más tarde enfiló el puente arropado por sus hermanos mostrando otra forma de entender una cofradía en el mismo barrio de Triana. Tras el paso del soberbio Crucificado de Ruiz Gijón, obra cumbre del barroco andaluz, la banda de Puebla del Río, con un repertorio exquisito y de corte clásico.
Y llegó una madrugá en diciembre. La Macarena asomaba pasados unos minutos de la medianoche en el atrio de la basílica y el silencio que reinaba en la Resolana se tornó en aplausos, vítores y gritos a la Esperanza que portaba por primera vez en su peana la Rosa de Oro concedida por el papa Francisco. Lo de la Macarena es difícil de explicar. A su alrededor se hayan siempre miles y miles de persona que se plantan ante la que sin duda es la gran devoción mariana de Sevilla.
Y se hizo el silencio solo roto con el canto de los pájaros al amanecer. Con más de mil hermanos en el cortejo, el Gran Poder, el Señor de Sevilla, se ponía en la calle a las seis de la mañana creando un contraste absoluto con las tres cofradías que le precedieron en la llegada templo metropolitano de Sevilla. Portando la túnica persa que solo ha lucido en contadas ocasiones, ofreció la estampa inédita de pasar ante el Cachorro.